domingo, 31 de outubro de 2010

A propósito de Néstor Kirchner ("Kirchner en diarios hoy")

repassando importante material recolhido por Hany Schabib e enviado ao blog do Myltainho&Amancio ...

Estimado(a)s Amigo(a)s,
Diante do súbito falecimento do ex-presidente argentino Néstor Kirchner, presidente da UNASUL (União dos Países da América do Sul), envio uma seleção de análises, comentários e notas da imprensa latinoamericana (em espanhol) sobre o legado político de um dos mais expressivos líderes latinoamericanos contrários à onda (nefasta) do neoliberalismo e suas sequelas na vida do cidadão anônimo deste nada generoso início de milênio em uma das regiões mais ricas em recursos naturais e de maior concentração de renda do planeta.
Indiscutivelmente, depois da eleição do presidente Lula, no Brasil; de Néstor Kirchner, na Argentina; de Michele Bachellet, no Chile; de Evo Morales, na Bolívia; de Fernando Lugo, no Paraguai; de Rafael Correa, no Equador, e de Tabaré Vasquez e José Mujica no Uruguai, a América Latina passou a viver novos tempos de emancipação popular e reafirmação de sua soberania. Independentemente da posição político-partidária do analista, esses ganhos são inegáveis, gostemos ou não da performance pessoal de cada um dos dirigentes em questão, porém todos eles galgados pelo voto soberano, democrático e à luz do dia -- livre de golpes ou conchavos com grupelhos encastelados no poder, antes ou depois do nefasto período de ditaduras entreguistas que varreram o continente.
A história em breve, aliás, mostrará os erros e os acertos de cada um dos personagens envolvidos neste embate: se os entreguistas que se submeteram perante o sabujo Carlos Saúl Menem e sua quadrilha ou a ousada postura de Néstor Kirchner e seu companheiros de aventra cidadã, que promoveram, ao seu estilo, a emancipação da soberania popular argentina.
Quanto à (vergonhosa) imprensa argentina, que, a exemplo dos demais cartéis das comunicações espalhados por nossa trágica América Latina, promovia uma campanha oposicionista às necesárias transformações socioeconômicas naquele país, ninguém melhor que o cidadão consciente para fazer seu juízo: a indisfarçável queda da venda em banca e por assinatura não é um "fenômeno mercadológico", mas a resposta do leitor indignado com a desinteligência de pseudoprofissionais que agridem a dignidade das pessoas e sobretudo dos cidadãos que constróem o novo tempo de nossa latinoamericanidade desde os tempos de nossa eterna e terna Mercedes Sosa, de saudosa memória.
Fraternalmente,
Schabib

Nota: Si bien los opositores de Kirchner criticaban algunas de las acciones de gobierno, reconocían sus méritos en algunos temas fundamentales:
a)      Los gobierno de Alfonsín y Menen crearon una maraña jurídica mediante la cual, los responsables y autores del genocidio que padeció Argentina (1975-1983) quedaron impunes. No era poca cosa deshacer esa maraña La decidida acción de Kirchner lo hizo, logrando a su vez la renuncia o el sometimiento a juicio de los magistrados que su única virtud era su subordinación a Menen. Los reemplazó con auténticos juristas insobornables. De esa manera se logró que luego de 30 años los represores estén siendo juzgados.
b)      Logró liberar al país de su dependencia con el FMI y poner orden en la cuantiosa deuda eterna que los gobiernos anteriores habían contraído. Eso posibilitó volver a poner en marcha el aparato productivo de un país que, hace 100 años, era uno de los que mayor intercambio comercial en el mundo.
c)      Logró que las FFAA se subordinaran a las instituciones de la República, y siguieran identificados con lo realizado por los genocidas.


ARGENTINA
Luto en Argentina
Kirchner sacó de la debacle a su país y marcó la historia regional
Seguidores del ex mandatario y analistas lo comparaban ayer con Perón y Roosevelt
Se fue alguien indispensable, señala la presidenta de las Abuelas de Plaza de Mayo
por Stella Calloni

Buenos Aires, 27 de octubre. El ex presidente argentino Néstor Kirchner murió hoy a la edad de 60 años, después de sufrir por la mañana un infarto masivo en su casa de Calafate, en el extremo sur del país, donde estaba acompañado por su esposa, la presidenta Cristina Fernández de Kirchner. El hecho provocó una profunda conmoción social y política, en un día feriado por la realización del censo nacional.
Kirchner, quien gobernó de mayo de 2003 a diciembre de 2007, sufrió un paro cardiorrespiratorio a las 9:15 horas, poco después de que fue internado en el hospital de Calafate por una descompensación, informó la Unidad Médica Presidencial.
Seguidores, observadores e incluso opositores reconocieron al abogado, ex diputado y presidente del Partido Justicialista (PJ, peronista) como un hombre que marcó la historia argentina y regional en los últimos años, que sacó adelante al país tras la debacle de 2001.
Kirchner, quien se autodenominaba Pingüino, nació el 25 de febrero de 1950 en la ciudad de Río Gallegos. En febrero y septiembre pasados fue sometido a sendas cirugías por problemas cardiacos, pero se reincorporó rápidamente a su trabajo en la política local y luego como secretario general de la Unión de Naciones Sudamericanas (Unasur). También medió en los conflictos entre Venezuela y Colombia.
Se fue alguien indispensable. Nuestro país necesitaba tanto a este hombre, dijo la presidenta de las Abuelas de Plaza de Mayo, Estela de Carlotto, al conocer el inesperado deceso del ex presidente, cuya sucesora fue su esposa, la ex senadora Cristina Fernández de Kirchner.

Después de Perón y Eva, están los Kirchner, afirmó el secretario general de la Central General de Trabajadores, Hugo Moyano, al resumir el nivel de la pérdida para el peronismo y el país.
La mandataria, también abogada, no sólo pierde al hombre con quien estaba casada desde 1975, cuando ambos militaban en la Juventud Universitaria Peronista, y al padre de sus dos hijos, Máximo y Florencia, sino también a su consejero y compañero político más próximo.
Durante su militancia universitaria en la ciudad de La Plata sufrieron persecución política, por lo cual se mudaron a la patagónica provincia de Santa Cruz. Mantenían amistad con los viejos militantes de la resistencia peronista a la dictadura que se instaló en 1955, cuando fue derrocado Perón. También fueron reconocidos por chilenos a los que ayudaron cuando huían de la dictadura de Augusto Pinochet (1973-1990).
En 1982, Néstor Kirchner retornó más formalmente a la militancia y creó el Ateneo Teniente General Juan Domingo Perón, y en 1987 fue elegido intendente de Río Gallegos. En diciembre de 1991 conquistó la gobernación de Santa Cruz, siendo relecto en 1995 y en 1999. Era gobernador de esa provincia cuando llegó a la presidencia, en mayo de 2003, en momentos en que el país atravesaba una de las más graves crisis de su historia, tras el estallido de 2001 y en medio del cese de pago de la deuda.
El ex presidente Néstor Kirchner abraza a su esposa, Cristina Fernández, luego de que ésta ganara la presidencia, en 2007Foto Ap
En sus cuatro años de gobierno logró cambios sustanciales y que nadie esperaba en un país que parecía desintegrarse: reformó el Poder Judicial, impulsó a magistrados independientes en la Corte Suprema, democratizó las fuerzas armadas, impulsó reformas educativas y acordó restructurar la deuda externa con el Fondo Monetario Internacional (FMI).
¡Nos sacamos de encima al FMI!, exclamó eufórico cuando a mediados de la década pasada consiguió cancelar toda la deuda con el organismo internacional, por unos 9 mil 500 millones de dólares, y en un solo pago.
Además de pactar una negociación del débito por el que pocos apostaban, y recuperar credibilidad internacional, entregó a la siguiente administración un país capaz de sortear la recesión mundial de 2008. Analistas internacionales lo comparaban este día con Perón e incluso con el estadunidense Franklin Roosevelt, por su capacidad para enfrentar un período crítico de tal envergadura.
Ordenó descolgar del colegio militar retratos de ex dictadores
Tocó el poder a fondo: uno de sus actos más recordados fue la orden de descolgar del colegio militar –en marzo de 2004– los retratos de los ex dictadores Jorge Rafael Videla y Reynaldo Bignone.
Mostró su independencia en política exterior y la voluntad de cambio, cuando entre los invitados a su toma de posesión estuvo el cubano Fidel Castro. En oportunidad, salió a caminar con el pueblo, entre el Congreso y la Casa Rosada, desdeñando la custodia.
Sentó las bases de un modelo político, económico y social, en lo que destacó la política de defensa de los derechos humanos, la reducción de la pobreza y la reactivación económica.
Otros de sus logros fueron reducir la desocupación, los índices de pobreza e indigencia y apoyar la reconstitución del mercado interno, devastado por la ola neoliberal impulsada por la gestión de Carlos Menem.
Encontré un infierno. Salir del infierno será muy difícil, pero debemos hacerlo, solía decir.
Además, llevó al Congreso el proyecto de derogación de las leyes de Punto Final y Obediencia Debida, así como los indultos que dieron impunidad a los responsables de la más cruenta dictadura que vivió el país, y que entre 1976 y 1983 dejó más de 30 mil desaparecidos.

Recuperó la Escuela de Mecánica de la Armada, organismo de la marina donde funcionó uno de los más temibles centros clandestinos de detención y exterminio de la dictadura, para convertirlo en un Espacio para la Memoria, en manos de los organismos de derechos humanos.
Rompió la relación carnal que estableció Menem con Estados Unidos y fortaleció los lazos con los países latinoamericanos, al rechazar el Área para el Libre Comercio de las Américas impulsada por Washington.

Al conocer la noticia, el Presidente de Venezuela recordó cuando lo llamó para decirle Chávez, necesito que me ayudes, me quiere chantajear la burguesía, sobre todo las transnacionales petroleras”, el bolivariano luego agregó “Aquel hombre se agigantó entre nosotros allá en Mar del Plata, en pleno debate donde Bush quería imponernos el ALCA”, era “un líder muy hábil y astuto…Me llamó a un costado y me dijo: `Cuando yo necesite que hables para desgastarlos, te voy a dar la palabra’. [y así lo hizo. Como] Bush no aguantaba que hablara entonces se paraba y se iba”, dijo. En esa cumbre, Estados Unidos pretendía que se votara con mayoría el proyecto del ALCA, en lugar de por consenso. “Aquí no vengan a patotearnos –dijo Kirchner–. Esa reunión terminó con la derrota del imperialismo” [y el entierro del ALCA], apuntó el caribeño, que describió a Kirchner como “un gran hombre, heredero de Bolívar, Perón y San Martín. Un luchador, un inventor, un gran líder y un gran ser humano”, indicó.

Sus seguidores apuestan a la fortaleza de las instituciones y a la capacidad de Cristina Fernández de Kirchner, que ya enfrentó movimientos que buscaban desestabilizarla, cuando se acercan las presidenciales de 2011. 


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Después de las ocho de la noche la Plaza se llenó para decir adiós y respaldar a la Presidenta
El día en que compartir el dolor fue necesarioEn una convocatoria espontánea y sin la presencia de aparatos políticos, decenas de miles de personas ocuparon la Plaza de Mayo para rendir homenaje al ex presidente y dejar claro el apoyo a Cristina Fernández.Por Marta Dillon
Como un peso que se arrastra entre muchas manos, el dolor que se comparte también se hace más liviano. O se convierte en fortaleza. Así está escrito en cada baldosa de la Plaza de Mayo y en la historia argentina desde que un grupo de mujeres convirtió su dolor en movimiento y consiguió nombrar lo que estaba destinado al silencio: la desaparición de sus hijos. Así lo volvieron a escribir con su presencia y con mensajes apurados en marcador sobre papel, en flores atadas a las vallas policiales, en abrazos repetidos e interminables, decenas de miles de personas que no quisieron estar solas con el dolor que generó la muerte del ex presidente Néstor Kirchner.
Nadie podía precisar cómo había surgido la convocatoria, quién había fijado la hora, qué sería lo que iba a suceder allí, frente a la Casa Rosada a las ocho de la noche. Pero el mensaje circuló por teléfonos y computadoras, de boca en boca, a medio camino entre la congoja y un optimismo militante e inorgánico que indicaba que era necesario poner el cuerpo en la calle, tomar la calle, ocupar la Plaza. Congoja por la muerte inesperada de un hombre al que, según las distintas voces, se le debe desde el fin de las leyes de impunidad sobre los perpetradores del terrorismo de Estado hasta el “derecho a una jubilación”. Y optimismo, sí, porque “el proceso que se abrió en 2003 –decía Gastón Gonçalves, bajo la bandera de HIJOS– ya no depende sólo de una persona”. O porque “ahora más que nunca la Presidenta va a saber que no está sola, que estamos los trabajadores para cuidarla”, como argumentaba Jacinto Vila, un hombre que llevaba la bandera del gremio de Canillitas.
Fue en ese vaivén que se acunó anoche la Plaza de Mayo. Entre el abrazo espontáneo para ofrecer consuelo y la mirada en derredor para confirmar que eso que se coreaba podía convertirse en verdad: “El hombre muere, el movimiento es inmortal”. Canto bien dedicado a “los gorilas”, es cierto, “para avisarles que se les va a atragantar el festejo”, como decía un joven de La Cámpora.
De improviso los aplausos tomaban la plaza. Tal vez porque el minuto de silencio que suele ofrecerse a los difuntos era imposible, tal vez porque a pesar de la muerte había algo que festejar: una huella por la que seguir andando.
“Le pegaste al chancho, saltó el dueño, lo demás es chamuyo”, escribía una mujer que podría tener la misma edad que el ex presidente arrodillada sobre un tapiz de papeles y flores en el centro de la Plaza, un círculo bien custodiado por jóvenes militantes de la Juventud Peronista. Ese espacio vacío parecía representar mejor que cualquier otra cosa la ausencia, casi una capilla ardiente improvisada a cuyo borde se llegaba para estar en silencio, prender velas, anotar los nombres de las familias que se despedían tanto como agradecían y, sobre todo, sellaban un compromiso que atravesaba la Plaza con la fuerza de un juramento: “Estamos con vos, Cristina”, “Fuerza presidenta, vamos por la reelección”, “Perdimos un candidato, pero tenemos nuestra candidata”. ¿Quién sería el “dueño del chancho” para la mujer que dejó su sentencia bien acompañada por un ramo de jazmines? “Jueces corruptos, milicos asesinos, la Iglesia, el campo, algunos medios”, describió haciendo un recuento de los distintos poderes a los que Néstor Kirchner primero y Cristina Fernández después le habían rasgado las vestiduras.
“Yo estoy acá porque estoy harta de quedarme callada, ¿sabés lo que me costó aguantarme todo el quilombo con el campo? Lo escuchaba a mi jefe todo el día diciendo que había que sacar a Cristina y yo me tenía que quedar muda. Pero hoy no la puedo caretear, tenía que venir”, dijo Mariela, secretaria y recepcionista en una inmobiliaria. Los relatos del silencio, valga la paradoja, no eran aislados en la plaza del duelo. Al contrario, se desplegaban en historias diversas que dan cuenta de cierto punto de inflexión que la mayoría reconocía a partir de 2003, cuando Néstor Kirchner asumió la presidencia. “Yo nunca había sentido pasión política como la que vengo sintiendo en estos años y eso lo agradezco, era como que antes no tenía nada que decir sobre lo que pasaba a mi alrededor y ahora necesito estar acá, en la Plaza. Y mañana voy a volver”, se enorgulleció el actor Javier Lorenzo. “Me lo decía mi hija esta mañana: ‘Mamá, antes decía que tenía a mis abuelos desaparecidos y tenías que explicar de qué se trataba, ahora todo el mundo entiende. Y la mayoría respeta’. Lo que cambió a partir de Néstor Kirchner es un modo de escuchar nuestros relatos como familiares de desaparecidos; ahora se escuchan en los juzgados en busca de condenas. Ahora se escuchan y eso cambia la vida de personas concretas, personas como nosotras”, reflexionó Ana cerca de la Pirámide de Mayo, ahí donde la imagen de un ex presidente convertido en Eternauta convocaba tantas lágrimas como abrazos, tantos cantos de apoyo a la Presidenta como expresiones de rechazo al vicepresidente.
“Andate Cobos”, seguido del insulto argentino más popular era el canto mejor aprendido por una multitud inorgánica pero con evidentes deseos de encontrar consignas en las que coincidir. Y esa demanda para que Cobos se desprenda de su puesto tenía tantos adherentes como los aplausos que unificaban a la Plaza intermitentemente. “Es que es injusto, Videla entra caminando a los juicios que se le siguen por haber matado miles de personas, Cobos está tan tranquilo sentado en el Senado y Kirchner muerto ¿cómo mierda voy a creer en Dios?”, clamaba un joven gremialista, motoquero, desolado. “Yo me siento huérfana otra vez”, sintetizaba Lucila mientras a su alrededor asentían otras hijas de desparecidos como ella, que hacían ronda en torno de sus propios hijos sentados sobre el asfalto, compartiendo un picnic de papas fritas y gaseosa. Algo de esa orfandad podía respirarse en una Plaza que se mostraba convencida de poder ofrecerle a Cristina Férnandez la fuerza necesaria para seguir adelante después de perder a su compañero de toda la vida. Aun a sabiendas de que ese mandato de “apuntalar, no abandonar la calle” –como se escuchó más de una vez– necesita expresar el dolor, aunque más no sea para compartirlo. Para que duela menos.

“Después de Perón y Eva Perón viene Néstor Kirchner”
La CGT apoyó al Gobierno
El Consejo Directivo de la central obrera, encabezado por Hugo Moyano, expresó que “acompañará la gestión de la Presidenta”.
Por Tomás Lukin
“Después de Perón y Eva Perón viene Néstor Kirchner. El devolvió parte de la dignidad que habíamos perdido los trabajadores”, expresó el secretario general de la Confederación General de los Trabajadores, Hugo Moyano. El Consejo Directivo de la central sindical expresó su apoyo a la política económica y laboral del gobierno nacional y convocó a partir del mediodía a Plaza de Mayo a despedir los restos del ex presidente. “La CGT va a acompañar con todos los trabajadores la gestión de la Presidenta hasta el último momento para que siga profundizando este modelo económico”, sostuvo Moyano desde el Salón Felipe Vallese del emblemático edificio de Azopardo al 800.
“Cómo no vamos a reconocer los trabajadores la figura trascendental de Kirchner si él posibilitó que volvamos a discutir salarios y llevó adelante una política de ampliación del consumo masivo. Los trabajadores no sólo recuperaron las conquistas sociales, sino también los derechos naturales del movimiento obrero”, afirmó el titular de la CGT y vicepresidente del PJ. El Consejo Directivo se reunió ayer, sin la presencia de los denominados Gordos, a las tres de la tarde. Una hora y media después, Moyano brindó un breve discurso: “La Presidenta tiene que tener la confianza de que los millones de trabajadores la van a apoyar”, apuntó Moyano frente a un auditorio poblado por delegados gremiales de distintos sindicatos y empresas. El titular de Camioneros también resaltó la política de desendeudamiento, la acumulación de reservas y el rol del ex presidente en la Unasur.
“Lo primero que hizo Néstor Kirchner sin que nadie se lo haya pedido fue romper la vergonzosa y bochornosa reforma laboral, que no sólo se votó y la votó algún sector del peronismo, sino que también hubo coimas”, recordó el líder sindical en referencia a la derogación de la Ley de Flexibilización Laboral, o Ley Banelco, aprobada durante el gobierno de De la Rúa. Esa decisión del gobierno de Kirchner permitió reimpulsar las negociaciones salariales por rama de actividad, acortar el extendido período de prueba, recuperó el derecho de los trabajadores para cobrar su salario hasta el último día del mes en que son despedidos y eliminó la posibilidad de rebaja de las indemnizaciones por despido a través de los convenios colectivos de trabajo.
Al mismo tiempo, la derogación de esa legislación permitió a la cartera laboral que encabezaba el actual ministro de Trabajo, Carlos Tomada, recuperar el poder de policía para realizar inspecciones en todo el país y multar a los empresarios que emplean a trabajadores en forma precaria. “Yo recuerdo que en la década del ’90, a las organizaciones gremiales prácticamente las obligaban a firmar por 12 horas de trabajo, dejando de lado el derecho conquistado que le costó la vida a muchísima gente y por eso en agradecimiento, como a Perón y a Eva Perón, no lo vamos a olvidar nunca”, expresó Moyano.
Entre el lamento y las declaraciones de apoyo a CFK de los líderes sindicales, algunos dejaban ver su incomodidad frente a los cambios en el escenario de construcción política dentro del peronismo bonaerense y nacional que produce la muerte de Kirchner. “Ahora el horizonte es diferente, pero todavía estamos en un momento de profunda tristeza y reflexión. En un segundo momento realizaremos la evaluación política del nuevo escenario en vistas de las elecciones de 2011”, comentaban en el entorno del titular de la CGT.
El titular del sindicato de Camioneros estuvo acompañado por algunos de sus colaboradores más cercanos como el del gremio de Judiciales, Julio Piumato; el representante de los metalúrgicos, Antonio Caló; el responsable del sindicato de Taxistas, Omar Viviani, y el secretario general de Dragado y Balizamiento, Juan Carlos Schmid.
La convocatoria que realizaron para hoy al mediodía a Plaza de Mayo “no es una movilización de ningún aparato ni un cese de actividades, es un llamado al pueblo trabajador a que se acerque para despedir a Kirchner”, enfatizaba ayer un colaborador cercano a Moyano. Del breve encuentro del Consejo Directivo también participaron el titular de Obras Sanitarias, José Lingeri; el de los estatales (UPCN), Andrés Rodríguez; el secretario del sindicato de Canillitas, Omar Plaini, y el diputado nacional del Frente para la Victoria Héctor Recalde. Por la mañana el titular del gremio de Camioneros se había contactado con el ministro de Planificación Federal, Julio De Vido, antes de que el funcionario partiera hacia El Calafate, mientras que algunos dirigentes sindicales dialogaron brevemente con el secretario general de la Presidencia, Oscar Parrilli.

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El legado que deja Néstor KirchnerEl Presidente que cambió el paradigmaIntendente, gobernador, presidente, su proyecto siempre fue reelecto. En el gobierno puso en discusión temas que los demás esquivaban.Por Mario WainfeldEl ex presidente Néstor Kirchner murió ayer, en El Calafate que tanto amaba y tanto lo sedaba, en pleno protagonismo, cuando tenía apenas sesenta años. Es difícil encontrar un parangón histórico con la desaparición de un líder de su porte, en tales circunstancias. Raúl Alfonsín falleció hace poco; el impacto y la emoción fueron grandes, tanto como el reconocimiento. Pero al líder radical todo le llegó cuando estaba en el ocaso de su carrera, cuando ya no era un protagonista de primer nivel. Tal vez el parangón más cercano sea la desaparición de Juan Domingo Perón durante su tercer mandato: una figura central, en torno del cual constelaba la política, que ordenaba (por así decir) amores, odios y alineamientos. Pero hay una diferencia sideral con esos días, que alude al legado que deja Kirchner. Sin Perón, era evidente que la Argentina se encaminaba, irremisiblemente, a una situación peor y su fuerza a una crisis fenomenal. Kirchner deja el centro de la escena en un país gobernado y gobernable. Con una economía y una situación social sustentables, con previsibilidad política. En el ’74 la política era colonizada por la violencia; en 2010 se cumplen varios años de paz social muy grande (para los parámetros argentinos) y con un rumbo mejorable (como todo) pero racional. Kirchner llegó a la Casa Rosada en un país devastado, se fue en otro, aún cargado de deudas sociales y contradicciones pero indeciblemente mejor.
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Gobernante ante todo: Fue un político hasta su última hora. La noche del martes se pasó mirando números, encuestas, datos económicos, fatigando su celular. Antes que nada, fue un hombre de gobierno: recorrió todo el escalafón de cargos ejecutivos, su lugar en el mundo. Intendente de Río Gallegos, ganando su primera vez por un pelito. Después, gobernador de Santa Cruz. Siempre fue reelecto, dato digno de mención. Llegó a la presidencia cuatro años antes de lo que indicaban su ambición y su férrea voluntad, por uno de esos raros azares felices de nuestra historia. Accedió con votos prestados, con mínima legitimidad, en una nación devastada y acomplejada que apenas empezaba a levantar cabeza. Figura dominante de este siglo, captó como nadie el significado de la catástrofe de 2001, su génesis, el arduo y escarpado modo de irla repechando. El “que se vayan todos” expresaba el descrédito de la política pero no le ofrecía salida. Sin gobierno, sin Estado, sin conducción, sin dinero en caja, con casi tantas monedas como provincias, sin poder político, nada sería posible. Una población abatida, con millones de desempleados, hogares destrozados por la falta de trabajo, falta de fe individual y colectiva lo recibían. Casi nadie lo conocía, lo que incluía a muchos que lo habían votado, por descarte.
“Que se vayan todos” era un síntoma de la imperiosidad del cambio, un rechazo al pasado cercano pero no un programa de salida. Kirchner captó ese doble mensaje: supo (o mejor, decidió) que era acuciante reparar los daños causados por la dictadura, por el entreguismo desaprensivo de los ’90, la anomia del gobierno aliancista, la sumisión a los organismos internacionales de crédito. Reconstruyó el Estado, compensó los poderes fácticos acrecentando el del gobierno popular, designó a los culpables de la caída. Los fustigó con su palabra, atropellada pero clara al designar adversarios y enemigos. Polarizó y politizó, son virtudes, quedando para la polémica las dosis o las proporciones.
Pero, además, edificó un paradigma distinto. A su modo, con vectores claros y simples, eventualmente esquemáticos. Como un maestro mayor de obras, que erige una casa sencilla, eventualmente con paredes algo chingadas, pero habitable.
Había que reparar, había que compensar a las víctimas del terrorismo de Estado y de la desolación económica. No era ése el menú de moda en la Argentina, fue el que eligió, al que apostó con pocas barajas en la mano y no tantas fichas. Lo marcó asimismo la sangre derramada en los finales de los gobiernos del radical Fernando de la Rúa y Eduardo Duhalde también: debía cesar la violencia represiva, que minimizó a niveles únicos en la historia y mantuvo permitiendo un grado de movilización altísimo, que a menudo le jugó en contra.
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Giro: Se le reprocha haber cambiado su postura respecto del terrorismo de Estado, de las políticas económicas precedentes. La supuesta incoherencia fue uno de sus mayores méritos, pues (como Alfonsín en sus primeros tramos) recorrió la parábola inversa a lo que predicaba la cartilla de los gobernantes, la que observaron el menemismo, la Alianza, el propio Frepaso. La que indujo a Carlos Reutemann a aterrarse ante la perspectiva de ganar lo que, parecía, equivaldría a reprimir, bajar salarios, endeudar al fisco. Kirchner viró a izquierda, hacia un creciente protagonismo estatal, porque comprendió que se atravesaba una nueva etapa.
Combinó lo concreto con lo simbólico, seguro que con trazos gruesos. La remoción de la Corte Suprema menemista por una de mayor calidad, la derogación de las leyes de la impunidad, la bajada del cuadro de Videla, la reapertura de la ESMA, la relación más estrecha que jamás tuvo gobierno alguno con los organismos de derechos humanos vienen en combo.
También, en otro carril, el desendeudamiento (acordado en simultáneo con el presidente brasileño Lula da Silva), la virtual ruptura con el Fondo Monetario Internacional (FMI), la decisión de poner el acelerador a fondo en la economía, la creación de puestos de trabajo, la ampliación de la masa de jubilados. Todas esas acciones enfrentaron críticas lapidarias, anuncios de catástrofes, aplazos desde academias del saber o desde grupos de interés.
Los grandes humillados del cuarto de siglo que precedió su desembarco en la Rosada fueron su centro de atención: los trabajadores, las víctimas del terrorismo de Estado, los argentinos en su conjunto privados de autoestima y de conchabo.
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Economía política: Su concepción económica, que signó la etapa, es acendradamente política y uno de sus más claros lazos de parentesco con el primer peronismo. El crecimiento a todo trapo, el acelerador siempre a fondo, la promoción del consumo y del empleo conllevan un objetivo político y democrático. Estaba compelido a conseguir consenso, en parte para su proyecto político pero, especialmente, para recuperar gobernabilidad y estabilidad. La satisfacción de necesidades primarias, la posibilidad de acceder a bienes necesarios o algo suntuarios y al trabajo fueron su camino hacia la popularidad. Seguro que faltó equilibrio con otras variables, sobre todo en los últimos años, pero mete miedo pensar qué hubiera pasado sin un gobierno valorado, sin un Estado sólido, sin reservas financieras. Se cortó la continuidad decadente que destruyó la trama social entre (por lo menos) 1987 y 2002.
Pasar del desempleo al trabajo, tener unos pesos en el bolsillo y menos miedo sobre el porvenir acrecienta la autoestima, desbaratada en décadas de desvaríos.
Contaba que siendo joven, cuando salía de noche, su padre le preguntaba si tenía dinero y le daba unos pesos más, no para gastarlos sino para estar seguro. Cifraba así su propia economía política. En pocos años la Argentina disminuyó su deuda externa a niveles manejables (que aliviará a gobiernos futuros), solidificó a la AFIP y la Anses.
La puja distributiva volvió a estar en agenda, con avances institucionales que desde otras banderías se subestiman, se niegan o se detestan. Las convenciones colectivas anuales, siempre en alza, las reformas laborales progresivas sí que insuficientes, la consolidación del sistema jubilatorio forman un haz de aportes innegables. Ahora, en el purgatorio, se debate en detalle cómo cualificar esos logros, cómo redistribuir mejor, cómo elevar el piso. Cuando se estaba en el sótano, unos cuantos discutían el rumbo.
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Las cifras, el consenso, la derecha: Las cifras que enunciaba a granel (PBI, reservas, índices de crecimiento y de empleo en especial) fueron su obsesión y su fuerza. Gobernante de una crisis a la que apodó, sin mayor exageración, “el infierno” centró en ellas su atención, su gestión y una fracción relevante de su deseo. Timonel vigoroso, derivó hacia “el Purgatorio”, en un tránsito que no fue pacífico. Una derecha sin referencias políticas lo acechó siempre. Se olvida a menudo, pero la emergencia de Juan Carlos Blumberg sucedió pocos días después del inolvidable 24 de marzo de 2004. El crecimiento general, el renacimiento de las economías regionales, los costados virtuosos del “modelo” con paridad cambiaria competitiva, creación de puestos de trabajo, obra pública y acumulación de reservas le fueron ganando, si no apoyos militantes, consensos muy extendidos. En la emergencia, casi todos se aferraron al capitán de tormentas, incluyendo a las patronales, que mayormente se la llevaron con pala. Rabiaban por el ascenso de los trabajadores, por tener que pulsear en las paritarias pero acompañaban.
De un presidente ignoto, sin caudal propio, pasó, en dos elecciones seguidas, a una mayoría holgada, propia. En ese devenir, descuidó el armado político y desnudó limitaciones para ciertas destrezas políticas: contener a los propios, acariciar a los dudosos, formar nuevos cuadros, movilizar. Así, llegó en auto a las victorias de 2005 y 2007, tras redondear la mejor presidencia habida desde la primera de Perón.
En pos de la gobernabilidad se fue arrimando al peronismo y al movimiento obrero, dejando de lado su proyecto de transversalidad, que incluía una etapa superadora del bipartidismo. En parte fue porque el ensayo encontró límites fuertes, algunos derivados de impericia, otros de falta de peso de los nuevos aliados. En cualquier caso, afrontó un dilema complejo, con soluciones imperfectas en ambos casos. Hombre de gobierno, se inclinó por la que remachaba la continuidad y la estabilidad. Siempre será polémico el saldo, nunca será redondo. En la galaxia peronista, su aliado más fiel y rendidor fue la CGT conducida por Hugo Moyano, en una relación que mejoró a ambos socios, dejando heridos y asignaturas injustamente pendientes, como el reconocimiento de la Central de Trabajadores Argentinos (CTA).
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De la desconfianza a Unasur: Patagónico, desconfiado, formateado en una provincia donde todo se hace con esfuerzo propio, la política internacional le resultaba distante y hasta la sospechaba de distractiva. Supo cambiar de parecer al internalizar la necesidad de una política regional, que diera carnadura a su relato antiimperialista, irrealizable desde un solo país. También, acierto fundante, se percató de que Brasil y Lula (el mejor colega que podía tener allí) eran aliados estratégicos de la Argentina. En la Cumbre de las Américas de Mar del Plata le tomó el gustito al juego político. La vulgata dominante narra que Argentina se “aisló del mundo”, un disparate de aquellos. Jamás comerció con tantos países, jamás se ligó a tantos mercados. Y, además, jamás jugó un rol de equilibrio y pacificación en América del Sur. Argentina y Brasil primaron con activismo y compromiso para que Evo Morales fuera presidente, para que la rosca de derecha no lo derrocara, para evitar la guerra entre Colombia y Ecuador, para intentar frenar el golpismo en Honduras y para frenarlo en Ecuador.
La mejor relación que haya existido jamás con Brasil, con Chile, con Bolivia, con Venezuela, con Paraguay. El conflicto con Uruguay fue un retroceso en ese avance global, felizmente remendado bajo la gestión de Cristina Kirchner y el presidente uruguayo José Mujica.
También hubo trato privilegiado con España y una relación sensata, sí que gratamente autónoma, con Estados Unidos.
La presidencia de Unasur es otro vacío difícil de llenar. Lograda con unanimidad expresa una verdad negada por la conjura de los necios: la valoración de Kirchner trasciende las fronteras. Para Lula, para Hugo Chávez, para Michelle Bachelet, para Evo Morales, para Correa, fue un aliado de fierro y un compañero. Los demás presidentes, de otras pertenencias, reconocieron a una figura de primer nivel, a despecho de las diferencias.
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Cambio de roles: Desde el vamos, desde cuando su revalidación parecía una quimera, predicó que no iría por la reelección. Recelaba del desgaste, de la fatiga ciudadana, hablaba de una necesidad de mayor institucionalidad y menos combate. Cristina Fernández, de cualquier forma, llegó en tono de reelección que los escasos cambios de su gabinete convalidaron. El color peronista del apoyo electoral signó esa decisión.
El mandato de la Presidenta fue mucho más tormentoso que el de su predecesor. Es en parte lógico: superada la malaria y recobradas las fuerzas, muchos actores incrementaron sus demandas. En parte hubo descuidos del Gobierno. En parte, muy sustancial, la agenda institucional fue mucho más ambiciosa y fundante que la de Kirchner.
Cristina y Néstor Kirchner siempre actuaron en tándem desde 2003. Pensaban muy parecido, acordaban en casi todo. Pero el cambio de roles le costó al ex presidente, que perdió muñeca política y capacidad de negociación. Fue más intransigente y menos dúctil frente “al campo” que contra Blumberg o que negociando con los vecinalistas entrerrianos o que en las tratativas con el FMI.
Las retenciones móviles y la derrota electoral de 2009 dieron la impresión de final de ciclo. Los vaivenes del electorado son siempre dignos de atención, máxime para una fuerza populista. La reacción de la Presidenta combinó un temple enorme con la sagacidad de ampliar la agenda propia. Siempre politizando y polarizando pero buscando apoyos externos, consagró cambios institucionales notables, ajenos a su imaginario años atrás. La Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual hasta la demasiado demorada Asignación Universal por Hijo, pasando por la reestatización del sistema previsional fueron jugadas tremendas, arriesgadas, progresistas que importan (en los hechos más que en el discurso) autocríticas y correcciones de gran nivel.
En su sube y baja, el kirchnerismo quedó con menos apoyos difusos y más consistencia ideológica. También congregó militantes, en especial jóvenes, promovió organización y se consagró más a disputar el debate mediático.
En trance de mayor debilidad, jugó doble contra sencillo. En eso está ahora, siendo por lejos la primera minoría política, la que saldría puntera en la primera vuelta electoral, la que tiene mayor capacidad de movilización y de “calle”, la que imanta más adhesiones de artistas, trabajadores de la cultura y bloggers.
Con ese patrimonio, importante y aún no suficiente para lograr la proeza de tres mandatos consecutivos, llega la muerte de Néstor Kirchner.
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Desafíos: El inventario se hace interminable, acaso por impericia del cronista pero también porque hablar de Kirchner es sumirse en todas las controversias de ayer, de los próximos meses o años. Sin agotar la enumeración, cabe consignar entre los aciertos el aumento del presupuesto educativo y el matrimonio igualitario. Y entre los errores, la erosión del Indec, tan contradictoria con la tendencia general de defensa del Estado y lo público.
Un líder como Kirchner es irreemplazable y, al unísono, no tiene reposo. No sólo porque el hombre era poco afecto a parar sino porque los grandes referentes siguen batallando después de muertos.
Su lugar vacante potencia la ambición de sus adversarios, la barbarie gorila que ya empezó aflorar, el odio de una derecha recalcitrante que esta nota prefiere apenas mentar. En ese aspecto el adiós de Kirchner parece, por ahora, más semejante al de Evita, por el odio de “los otros”, que al de Perón.
La Presidenta, en un momento cruel de su vida, afronta el enorme desafío de proseguir sin su compañero de vida y de luchas. También pierde a un político fundamental, a quien todos respetaban o temían o valoraban. A un alquimista que sabía contener, motivar y conducir a dirigentes, militantes y personas de a pie.
El tándem funcionó con dificultades pero era un bastión, que en los últimos tiempos había logrado el ascenso muy parejo de ambos (con leve supremacía de la Presidenta) en imagen positiva e intención de voto.
Sobreponerse al dolor personal y a la pérdida política, mantener la gobernabilidad, contener a la fuerza propia y sumar parecen retos gigantescos. En más de tres años la Presidenta ha combinado, más vale, aciertos y falencias, aunque siempre demostró aptitud para remontar las cuestas más adversas.
Cuando Kirchner advino al poder, lo informó Horacio Verbitsky en este diario, José Claudio Escribano le dio un ultimátum y un programa, que el entonces presidente rechazó de volea. Ayer, en La Nación comenzaron a pasarle letra a la presidenta Cristina para que desista de su proyecto. La primera vez creían lo que hacían, ahora es pura parada. Todos saben que ella sostendrá sus principios y su norte.
Cuando las corporaciones, sus adversarios políticos y algunas personas vulgares festejan, el cronista recuerda a uno de ellos, el ex presidente Eduardo Duhalde. En 2003, dos periodistas de Página/12 le preguntamos si Kirchner sería su Chirolita. Duhalde respondió “los que dicen eso no lo conocen. Y menos la conocen a Cristina”. Ahora, hay menos motivos para dudar de su templanza y su vocación de militante y dirigente.
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Dolor: Es una sandez hablar de un potencial veredicto de “la historia”. La historia es política: en la Argentina no se han saldado debates sobre Rosas o Perón, menos se llegará a la unanimidad sobre Kirchner.
Confrontativo, por vocación, por estilo y porque gobernar es definir conflictos y aún atizarlos, Kirchner fue llorado ayer y seguirá siendo llorado por muchos pero no por todos. Ayer una muchedumbre colmó la Plaza de Mayo, espontánea y sufriente, en esa Capital de la que desconfiaba y que jamás lo apoyó.
Entre los que lo lloran la mayoría son humildes, muchos son jóvenes que recuperaron la sed por militar. Lo lloran las Madres de Plaza de Mayo, las Abuelas, los integrantes de la comunidad gay, cantidad de artistas y trovadores populares.
Su nombre será bandera y todos ellos tratarán de llevarla a la victoria, a la continuidad, a la coherencia.
Se lo llora y ya se lo añora en la redacción de este diario, que clamó desde su primer día por banderas que en su gobierno se plasmaron en conquistas, leyes, procesos y condenas a genocidas.
Ya lo extraña este cronista, que lo conoció en su labor profesional, lo respetó y quiso más de lo que marca la regla de la ortodoxia del “periodismo independiente”. Lo que nunca impidió discusiones, críticas o señalamientos que forman parte de la lógica del trabajo y de la política.
A la Presidenta, a su familia, a sus compañeros y a los que lo lloran van el abrazo y el saludo en un cierre tan heterodoxo como sentido.
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Los muertos que vos matáis
Por Eduardo AlivertiNo quiero escribir desde el resentimiento, aunque siento que, en realidad, el verdadero rencor es el de aquellos a cuyo cinismo apuntará. Algunas cosas hay que sacarlas bien de adentro bajo pena de traicionarse a sí mismo si acaso, por razones de ¿elegancia? periodística, de ser modesto con los conceptos en horas de dolor y de respeto, se las guarda. Supongo, además, que varios de los conceptos a verter serán parecidos y hasta idénticos a muchos de los que acompañan las opiniones de esta edición. Mejor. Uno se sentirá reforzado con la gente, los colegas de este diario, y otros, que piensan igual o muy parecido y habrán escrito en consecuencia. En momentos como éstos, lo que justamente hace falta es juntarse más que nunca con la gente que piensa y dice y pregona como uno. Ayer, a muy poco de conocerse la noticia, me tocó encabezar la transmisión especial de AM 750. Muchos testimonios, mucho oyente, mucho correo, muchas sensaciones. Uno tiene en esto demasiados años de entrenamiento auditivo, de saber reconocer las entrelíneas de las declaraciones, de descubrir qué hay detrás de los tonos de voz y hasta de cada inflexión. Y entonces percibe, registra enseguida, no se le escapan ni las respiraciones. Percató en consecuencia la angustia auténtica de la gente común que llamaba a la radio; la que conforma lo definible desde hace un tiempo como la “minoría intensa” de la sociedad, contra la presunta mayoría invertebrada que está festejando la muerte de Kirchner. Sin embargo, a la par llamó la atención de quien firma la cantidad de llamados del tipo “no soy peronista, no soy kirchnerista, no quiero a este gobierno, pero...”. Ese pero. Ay, ese pero. Cuánto que hay en ese pero de “me parece que me di cuenta ahora, con la muerte, de que no hay nada real mejor que esto, por más que no me guste”.
Sea así o más o menos así, esa gente, esos peros, se sintieron legítimos, audaces, compungidos. Atención con esa tomada de nota de que ahora se corre peligro de retroceder, tanto que lo putearon. No tengo cómo justificar la elevación de los llamados a una radio a la categoría de sondeo representativo... salvo por eso del oído entrenado, de la medición automática de percepciones. Y también como quiera que sea, en cualquier caso es mucha gente con una honestidad intelectual, o sentimental, infinitamente mayores que las disfrazadas por los temporarios acomodaticios de las condolencias. Cobos, traidor, capaz de decir que se nos fue un gran líder. Andate Cobos, por favor. Andate. Pero no del Gobierno del que formás parte a la vez de denostarlo. Andate a tu casa, directamente. Por un instante de tu vida tené mínima conciencia del ridículo. Sólo eso, Cobos. Sólo eso. Vos y todos los demás que ahora descubrieron en Kirchner al tipo que llevaba la política en la sangre, al militante tiempo completo, al apasionado que deja un vacío enorme, al hombre de convicciones. Vos y todos los demás que hasta las 10 de la mañana de ayer definían esos flamantes méritos del muerto como la expresión del crispado que violentó a este país, del autoritario que nos volvió a las catacumbas de los ’70, del enajenado que nos lleva al caos institucional. Y vos, Van der Kooy, que a los veinte minutos de la muerte ya tenías subida tu columna gozosamente mal disimulada. Y vos, Fraga, Rosendo Fraga, asesor de Viola, del general Viola, del asesino Viola, que te permitiste elevar, con el muerto fresco, las condiciones a las que debe sumirse Cristina ahora que puede ejercer el Poder. Vos, Fraga, venís a cerrar el circuito que inauguró José Claudio Escribano, el mandamás de La Nación, cuando apenas asumido Kirchner en 2003 le puso en tapa el pliego de bajezas a que debía rendirse si quería completar el primer año de mandato: reacomodar las relaciones con el FMI, amnistiar a los milicos, romper con Cuba. Con Kirchner inaugurado, primer pliego. Con Kirchner muerto, también enseguida, el segundo: que Cristina se saque de encima a Moyano, a Moreno y a quien haga falta para demostrar que no es igual que el marido. Hasta un tipo de derechas como Federico Pinedo, pero con sensibilidad perceptiva –digamos que un caballero– le dijo al aire al suscripto “y, sí, es un poco apresurado el análisis”.
Pero no, no es apresurado. Son sus instintos más bajos, más pornográficos, de intereses de clase. Cabe reconocerles su impudicia explícita. E incluso prodigarles el reconocimiento de que además de ser así son inhábiles para solaparlo. Dejan todo más claro. Ese es, quizás y no importa si por convencimiento o por lectura especulativa de la realidad al cabo de 2001/2002, el legado más interesante y efectivo que deja Kirchner. Por las razones íntimas que fueran, partió aguas. Obligó a ponerse de un lado o de otro, cuando ya parecía imposible que la pasión política se reinstalara en la Argentina devastada de la rata. Más aun, por estas horas también se desnudan como de cocodrilo feroz las lágrimas y lamentos de quienes se allanaron a hacerle el juego a la derecha con chamuyo de izquierda cinematográfico-nacionalista. ¿Y por qué eso también es símbolo? Porque esa partida de aguas que significó y significa esta rara pero apasionante experiencia también compelió a que cada quien mostrara su vocación de poder. Algunos de la derecha explícita sacaron los tanques mediáticos, pero otros de la izquierda piripipí copiaron a Carrió, compararon a Kirchner con Menem y hace unas horas se manifiestan condolidos ¿de qué? ¿No es que eran iguales?
Por unas semanas como muchísimo, si es que se aguantan, el establishment más concentrado, el gorilaje recalcitrante y sus funcionales nac&pop se llamarán a silencio de expectación. Concluido el duelo de las buenas formas, medirán cuánto tiempo se requiere para que seguir atacando no se les vuelva boomerang. Tensarán que Cristina puede usufructuar, o que le serviría, la imagen de mujer enhiesta en medio de un drama de todo tipo, sola contra todos. Y encima, en medio de ese karma que los sigue regenteando: sus candidatos son horribles, no se les cae una idea alternativa convincente y están a años luz de potenciar a algún referente que demuestre capacidad de mando.
Si lo piensa bien, la derecha atraviesa un problema con la muerte de Kirchner: él venía a ser una suerte de reaseguro para continuar insistiendo contra el “aplastamiento de las instituciones”, el “clima de confrontación”, la “división de la sociedad” y todo el resto de pelotudeces tras cuyo parche se oculta, pésimamente, que no aguantan la afectación de emblemas con que sintieron tocados su alma y su culo. Y la de ciertos privilegios que manotearon sus bolsillos.
Ayer a la noche, el clima de congoja cedía lugar a una efervescencia, tan contenida como callejera, que detrás del dolor avisaba lo siguiente: si hay lugar de retrocesos en lo recuperado para los intereses populares, no les va a resultar fácil. La potencia política de Kirchner ya no estará, Cristina es candidata única y habrá que comprobar si su estoicismo aguanta la presión. Pero es irrebatible que queda una fuerza muy considerable que, cualesquiera sean los avatares electorales, no permitirá así nomás que se vuelva para atrás en ciertas conquistas que a la vuelta de la esquina eran extravíos utópicos.
En síntesis, eleven neo-pliegos de condiciones, festejen, gorileen, viven a las coronarias de Kirchner como antes a sus carótidas y al cáncer de Eva, supongan que se acabaron la ley de medios y que la yegua no debería soportar semejante tensión. Pero, por las dudas, uno les aconsejaría que adviertan la ya masa de gente joven politizada y movilizada y el número de los que se plantean lo que hay enfrente de lo que putean.

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Hugo Chávez recordó a Kirchner, cómo se conocieron, las experiencias que compartieron“Ha muerto un patriota, se fue un baluarte”El presidente venezolano, que llegará hoy al país, elogió la figura de Néstor Kirchner como “un gran sanmartiniano y un gran peronista”. Destacó su rol en la reconstrucción de los lazos latinoamericanos y en la relación entre Venezuela y Argentina.“Ay mi querida Cristina, cuánto dolor!”, escribió Chávez en Twitter, al conocer la noticia.“Ha muerto un patriota, se nos ha ido un baluarte, cuando tenía aún mucho que dar”, fueron las primeras palabras del presidente venezolano, Hugo Chávez, apenas enterado ayer del fallecimiento del ex presidente Néstor Kirchner. En una extensa entrevista telefónica con la señal de noticias Telesur, el mandatario caribeño recordó no sólo cómo conoció al entonces presidente argentino y las anécdotas que compartieron, sino también la intensa labor que los unió en el proceso de unión de América latina. “Néstor ha sido un gran resucitador de la patria; ha sido siempre una voluntad tendida; un gran sanmartiniano y un gran peronista”, expresó Chávez, que arribará hoy al país para acompañar a la presidenta Cristina Fernández y a sus familiares.
“Estamos impactados desde la mañana, por la sorpresiva y muy dura noticia”, dijo Chávez, que mantuvo los primeros contactos con el asesor de la Secretaría General de la Unasur, Rafael Follonier, para confirmar el deceso. Kirchner “fue un gran defensor de la paz verdadera y más que defensor, un creador de la paz verdadera”, expresó el venezolano, al tiempo que apuntó que su par argentino entendía que “la paz sin justicia social no es paz”. “Recuerdo cómo luchó Néstor por su pueblo y cómo lo sacó de la situación de profunda miseria”, subrayó, tras citar que en el país, antes del 2003, la mayoría de las empresas estaban privatizadas y los sectores sociales, en abandono.
Apenas enterado de la noticia, Chávez publicó a través de Twitter un mensaje: “Ay mi querida Cristina, cuánto dolor! Qué gran pérdida sufre la Argentina y nuestra América. Viva Kirchner para siempre!!”.
El bolivariano hizo un racconto de las anécdotas personales que vivió con el ex presidente y los hitos que los unieron. “Es una pérdida incalculable. Muere Néstor, un gran resucitador de la patria.” Luego recordó la llegada del ex mandatario al poder en 2003, cuando antes “toda Sudamérica estaba rendida al poder imperialista”: “Surgió más bien de lo desconocido. No conocíamos su nombre. ¿Néstor qué?, preguntaban algunos. ¿Cómo se pronuncia? ¿Quién es?”, evocó Chávez, que hizo un repaso por los hechos políticos que antecedieron la llegada del santacruceño al poder. “En medio de la larga noche neoliberal, en 2001, explotó Buenos Aires y Néstor fue hijo de esa rebelión, formada en el horno de esa juventud que siguió al gran Perón.”
También recordó su viaje al país para el acto de toma del poder de Kirchner en 2003, donde junto al presidente cubano Fidel Castro “conocí a Cristina, a sus hijos y su pasión peronista, argentina y por Sudamérica. Allí comenzó una relación que en lo humano fue intensa, y en lo político, estratégica. Logramos abrir el camino Caracas-Buenos Aires, y abierto quedó”, afirmó. “Yo todavía no me hacía ilusiones. Era un desconocido. Todavía era una incógnita el rumbo que le iba a dar a la Argentina”, confesó el caribeño.
Meses más tarde, contó Chávez, recibió el llamado del entonces presidente argentino en medio de una crisis con las empresas petroleras. “Chávez, necesito que me ayudes, me quiere chantajear la burguesía, sobre todo las transnacionales petroleras”, le dijo Kirchner en esa conversación que fue el puntapié para que ambos países comenzaran a relacionarse a través de la exportación de crudo. “Aquel hombre se agigantó entre nosotros allá en Mar del Plata, en pleno debate donde Bush quería imponernos el ALCA”, continuó el bolivariano, que graficó que su par era “un líder muy hábil y astuto” a través de una jugosa anécdota. “Me llamó a un costado y me dijo: `Cuando yo necesite que hables para desgastarlos, te voy a dar la palabra’. Bush no aguantaba que hablara entonces se paraba y se iba”, dijo. En esa cumbre, Estados Unidos pretendía que se votara con mayoría el proyecto del ALCA, en lugar de por consenso. “Aquí no vengan a patotearnos –dijo Kirchner–. Esa reunión terminó con la derrota del imperialismo”, apuntó el caribeño, que describió a Kirchner como “un gran hombre, heredero de Bolívar, Perón y San Martín. Un luchador, un inventor, un gran líder y un gran ser humano”, indicó.
“Se ha ido un gran defensor de la Argentina, un gran sanmartiniano, un gran peronista”, acotó Chávez, que contó cuando el santacruceño pasó Año Nuevo en el intento de liberación de Ingrid Betancourt, secuestrada por las FARC, y cómo desde la Secretaría General de la Unasur colaboró para encauzar las relaciones diplomáticas entre Colombia y Venezuela. Luego del acuerdo entre ambos países, Chávez recordó que Kirchner le pidió la “chaqueta tricolor” que llevaba puesta ese día, para dársela a su hijo Máximo. Días más tarde el bolivariano se la envió junto a una tarjeta de agradecimiento por su gestión con una posdata que hacía referencia a una broma de la Presidenta por la vestimenta de ambos. “Así terminó la chaqueta que con tu corbata bonaerense llevó a Cristina a la distancia a darse cuenta que somos dos locos. Somos los locos que se atrevieron a esto. Los locos que nos atrevimos”, le escribió Chávez.
También evocó su último encuentro con Kirchner en Buenos Aires, la noche del intento de golpe de Estado en Ecuador, y el abrazo en el que se confundieron cuando la situación fue controlada. “El pueblo lo recordará como uno de los grandes pilares de esta nueva hora de Latinoamérica. La partida física de Néstor se lleva a uno de los que todavía tenían que seguir aportando mucha fuerza a la integración para no volver nunca atrás a ser la colonia”, concluyó Chávez, que dispuso tres días de duelo en Venezuela.

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Néstor Kirchner, el presidente transgresor y progresista que cambió a Argentina
Oscar González*

Mientras 60 mil agentes del gobierno recorrían todos los rincones de Argentina recabando los datos para elaborar el nuevo censo nacional, para diseñar las políticas públicas, el líder de este proceso progresista, Néstor Kirchner, moría ayer en su residencia de El Calafate, un idílico rincón de la Patagonia que él y su esposa, la presidenta Cristina Fernández, llamaron nuestro lugar en el mundo.

El frágil corazón de Néstor Carlos Kirchner no se detuvo en el sosiego del retiro, sino en el ojo del vendaval político argentino, en momentos en que el establishment financiero y mediático, actuando como verdadero estado mayor de la oposición política, hostiga hasta el paroxismo al gobierno que hoy encabeza su esposa y compañera de siempre.

El último discurso de Kirchner, la semana pasada en un remoto pueblo de la vasta pampa llamado Lamadrid, se contrapuso con las afirmaciones insidiosas de los medios, que inventaron el mito de un hombre usualmente crispado y ganado por la ira: su arenga postrera fue un llamado a la convivencia democrática, con invocaciones al amor y la concordia. Premonitorio, aquel discurso concluyó con una mención que, evocada hoy, impresiona: parafraseando, sin mencionar a Salvador Allende, convocó a recorrer juntos las alamedas de la patria.

Arribado al gobierno con un módico respaldo, tras la crisis que hizo descender a Argentina al infierno de la recesión más grave de su historia y las sucesivas defecciones de los presidentes Fernando de la Rúa, primero, y Eduardo Duhalde, después, Kirchner sorprendió inmediatamente por el giro progresista que impuso a su gestión, que incluyó la renovación de la desprestigiada Corte Suprema, la anulación del perdón a los responsables del terrorismo de Estado, la restauración de la legislación laboral y la recuperación de la soberanía económica del país, desatando todos los lazos de sumisión con el Fondo Monetario Internacional y demás organismos financieros mundiales.

Aunque la radicalidad de sus medidas no produjo una reacción inmediata de la derecha, sumida en la estupefacción y el descrédito público, ésta sí se manifestó beligerantemente al asumir Cristina la continuidad del proceso de cambios, en 2007. Vapuleado por los medios hegemónicos por su rol de supuesto manipulador político desde las sombras, Kirchner no dejó la acción ni un minuto y se convirtió en el organizador de la resistencia al embate reaccionario iniciado en junio de 2008, cuando la gran burguesía agraria se negó a distribuir impositivamente sus rentas extraordinarias, logrando el apoyo de la vasta clase media, confundida por el discurso amañado de los monopolios de la comunicación.

Tras ese traumático episodio, que operó como verdadero parteaguas y desató una inusitada ofensiva de medidas reformistas de la presidenta –restatización de la aerolínea de bandera, recuperación del sistema previsional, asignación universal por hijo y sanción del matrimonio igualitario, entre otras–, Kirchner redobló su actividad política.

Ajeno a las interesadas demandas del poder hegemónico que lo urgía a apartarse de la vida pública, el ex presidente no sólo desatendió ese reclamo, sino que intensificó su impetuosa actividad, aceptando la presidencia del partido peronista, convertido en columna vertebral del apoyo al gobierno; una banca en la Cámara de Diputados y, además, la secretaría general de la Unasur. En ese último carácter, fue protagonista principal de impactantes episodios, como la negociación con la guerrilla colombiana para el rescate de los secuestrados en la selva, los conflictos entre Bogotá y Quito, y entre Caracas y Bogotá, el terremoto en Haití y, últimamente, la articulación de la resistencia continental al golpe contra el presidente Rafael Correa.

Obsesionado porque la política de redistribución no se limite al ingreso, su último embate fue para que ésta incluya también los bienes simbólicos. Así, su acción fue esencial en la sanción de la ley de democratización de la comunicación audiovisual, que los grupos mediáticos concentrados vienen resistiendo desde entonces, apelando a todo tipo de ardides judiciales.

Si hay que enunciar en un párrafo su mensaje póstumo, podemos recordar las palabras que dijera hace muy poco, en una actividad del Foro Social Mundial que sesionó en Buenos Aires. Allí convocó, para el pasmo de alguno, a dejar de ser políticamente correcto, a ser transgresores y a exigir del gobierno cada vez más.

La desaparición de Kirchner, cuya revalorización como el más progresista de los presidentes argentinos del último medio siglo probablemente no tardará en generalizarse, abre una etapa de natural incertidumbre. Sin embargo, la firme personalidad de la presidenta Cristina Fernández, su entereza cívica, su trayectoria y perfil político, y el hecho de que las medidas de gobierno más avanzadas fueron tomadas precisamente durante su mandato, permiten alentar la esperanza cierta de que el proceso de reformas progresistas que vive Argentina seguirá adelante y las pretensiones de restauración conservadora no pasarán.

* Dirigente socialista argentino, secretario de Relaciones Parlamentarias de la Jefatura de Gabinete de Ministros.

Néstor Kirchner: legados y desafíos

Atilio Boron

Es indiscutible que la inesperada y prematura desaparición de Néstor Kirchner tendrá un enorme impacto sobre la vida política argentina. Sucintamente podría decirse, primero, que con él desaparece el político más influyente de la Argentina, el que marcaba la agenda de la discusión pública y el ritmo de la vida política nacional.

Segundo, que durante su gestión como presidente cambió el rumbo por el que venía transitando la Argentina -muy especialmente en materia de derechos humanos y política internacional, pero también con una ejemplar renovación de la Corte Suprema, reparando las vejaciones que en este rubro, como en tantos otros, había cometido el menemismo.

Tercero: desaparece con su muerte el único que reunía las condiciones requeridas para contener, como ningún otro, la compleja y turbulenta realidad del peronismo, cuyas pugnas internas en épocas pasadas sumieron al país en gravísimas crisis institucionales. Este tal vez sea el más serio desafío con el que tendrá que lidiar la presidenta.

Cuarto, su muerte la priva de una compañía irreemplazable: durante décadas Néstor Kirchner no sólo militó codo a codo con ella sino que también fue su consejero, aliado y confidente.

Su desaparición deja un vacío muy grande en la Casa Rosada. Pero, contrariamente a muchas malintencionadas especulaciones expresadas en estas horas, la presidenta es una política hecha y derecha y, además, una mujer de mucho temple y carácter y que seguramente sabrá sobreponerse a su inmenso dolor y honrar la memoria del ex –presidente manteniendo con firmeza en sus manos el timón del Estado y evitando que al interior del PJ se desencadene una feroz pelea por la sucesión.

Nada autoriza a pensar en un paralelismo entre su situación y la de Isabel Martínez de Perón ante la muerte de su esposo, en 1974. Esta no reunía las menores condiciones para gobernar la Argentina, no tenía trayectoria política alguna y el país se hallaba en una situación incomparablemente distinta a la actual, donde la presencia de militares fascistas era el dato más significativo de aquella coyuntura. La de hoy es completamente distinta en todas y cada una de aquellas dimensiones.

De todos modos, para responder a los desafíos del momento Cristina Fernández tendrá que contar con mucho apoyo, reforzar su articulación con las clases y capas populares mediante la rápida implementación de políticas sociales y económicas más efectivas (y, en algunos casos, largamente demoradas) y, sobre todo, mantener a raya a los aparatos que se arrogan una representación popular que en realidad no tienen y que pueden interferir negativamente en el crucial último año de su mandato y en sus perspectivas electorales.

La Argentina se asoma a una nueva etapa signada por la ausencia del ex -presidente: el asesinato de Mariano Ferreyra ya había iniciado este proceso; la muerte de Néstor Kirchner lo acelera y profundiza aún más.

- Dr. Atilio A. Boron (www.atilioboron.com), Director del Programa Latinoamericano de Educación a Distancia en Ciencias Sociales (PLED) en Buenos Aires, Argentina www.centrocultural.coop/pled



 
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